Este post quiero dedicárselo a todos los profesionales inmobiliarios que están logrando con su buen hacer que nuestro trabajo se posicione en valor y calidad a base de mucha dedicación, de formación continua, de investigación en la búsqueda incansable de las claves para poder dar el mejor servicio a los clientes y de generosidad, compartiendo su tiempo y sus conocimientos. Y en especial a Rosiris Muñoz, una gran amiga, una gran persona, y una gran profesional, apasionada y entregada absolutamente a la profesión inmobiliaria.
Llevo 10 años en mi empresa y en ellos he recorrido un “corto” pero interesante camino de experiencias hasta llegar al día de hoy. Lógicamente para pasar de dar clases de música a niños en Alemania a poder dirigir una empresa inmobiliaria con 40 años de trayectoria he tenido que “aprender” y “desaprender” unas cuantas veces unas cuantas cosas.
La formación es fundamental, importante y necesaria… pero no suficiente. Porque cuando te metes “en el ruedo”, en la calle, cuando te encuentras cara a cara con los clientes, te das cuenta que se necesita un “algo”, quizá un don, sin el que los días están contados en este mundo.
Para ser un buen profesional es fundamental estar formado a nivel técnico, en legislación, en valoración de inmuebles, en la base de arquitectura técnica, en financiación, etc, etc. Pero también es muy importante saber cuándo poner el tacón y cuándo la alpargata, cuándo hablar asturiano y cuándo un cuidado castellano, cuándo dirigirte de tú o de usted; hay que saber escuchar y hacer preguntas, ser paciente y saber decir “no”, anticiparse a las situaciones y esperar los momentos adecuados; en ocasiones hay que hacerse psicólogo, cirujano, abogado, decorador y lo que se precise; y todo esto con ilusión y una gran sonrisa… Y eso, amigos, solo se aprende practicando; haciendo y equivocándose; teniendo éxitos y repitiendo. Eso te tiene que gustar de tal manera que ningún fracaso sea tan grande como para rendirte.
Si algo he aprendido con este trabajo es que el éxito en él depende de lo que seas capaz de dar de ti mismo, quizá como en todos los trabajos… pero más. Cualquiera que se “enganche” a esta profesión llevará grabado a fuego y bien visible el nombre de inmobiliario, y esté durmiendo, en el cine, en la panadería o en el gimnasio, pensará y sentirá como inmobiliario.
Y es que es imposible no implicarse, porque nuestra profesión va de personas, de sus necesidades, sus sueños, sus problemas y sus ilusiones, de sus hogares, de sus negocios, de sus vidas. Y nosotros tenemos la responsabilidad de darles soluciones, y ayudarles a conseguir lo que necesitan.
Los inmobiliarios somos catalizadores de sueños y cirujanos de problemas.
Desde que he conocido la comunidad CRS (Council of Residencial Specialist), todo esto ha cobrado más sentido porque cada día conozco más gente así, personas que viven como inmobiliarios y se sienten orgullosos de ello.
Estoy feliz de que mi padre, la vida, las circunstancias, me hayan traído hasta aquí. Somos protagonistas de una gigantesco cambio en nuestro sector y en nuestra profesión, y en mayor o menor medida vivimos en primera persona una historia de transformación irreversible de la que yo personalmente me siento orgullosa y emocionada de formar parte.
Va por ti, Rosiris!!